
“¡Soy un tontoooo! ¡No puedooooo!”

Hace dos días una mamá me preguntaba sobre qué hacer cuando su hijo entra en frustración ante una dificultad.
Hace un día, lo viví con mi hijo.
¿Si leíste el artículo donde platico que mi hijo tiene dislexia?
Bueno… pues en esas andamos.
(Suspiro…)
Cada vez que tiene que escribir una tarea es motivo de llanto. Y “¡Soy un tonto! ¡No puedo! ¡Odio la escuela, la pluma, el lápiz, el aire y el cielo!”
Justo le acababa de decir qué hacer a esa bella mamá. Justo estaba yo confrontando lo mismo.
No es fácil. No es fácil ver a tu hijo así y no poderlo rescatar, ayudar… ni siquiera consolar.
¿Qué fue lo que hice?
Bueno, primero lo dejé llorar. Es necesario que saque la emoción y salga de cerebro reptiliano. Me senté en el suelo y lo acompañé en su frustración. Si abría la boca era para repetir lo que él me dijo, “La pluma es horrible por que no puedes borrar los errores, si, es cierto.”
Después, cuando ya estaba más tranquilo, nos fuimos al jardín. Nos tumbamos sobre el pasto y antes de empezar a leer le dije, “¿Si te has dado cuenta cuánto has avanzado? En estos tres meses has dado ¡pasos agigantados! Ya lees, ya escribes, ya te preocupas si va con ‘v’ chica o ‘b’ de barco… ¿si lo ves?”
Esperé a que respondiera mi pregunta, aunque fuera con un gemido.
“La próxima vez que te quieras decir, ‘soy un tonto’ mejor di, ‘soy un estudiante’… ¿cómo crees que te vas a sentir de ti mismo?”
Otro gemido, pero con más aceptación.
“Tus neuronas están queriendo conectar, están todas perdidas, con mapa de papel, ‘¡Ey, dónde están las demás! ¡No encuentro a nadie! ¡Esperenseeeee! ¡Este mapa no dice nada!’
Y ya se rió y continuó con mi historia de las neuronas norteadas.
Explicarles a los niños cómo funciona su cerebro es una herramienta maravillosa para la auto-aceptación y la paciencia con ellos mismos. Entienden que se trata de un proceso y no de algo fijo que ‘ya debería saber’ o ‘soy un tonto porque todos lo saben y yo no’. Cambiarles el guión de auto-critica injusta a ‘soy un estudiante y estoy aprendiendo’ les da herramientas para ser respetuosos con ellos mismos.
Entonces, en lugar de decir,
“No puedo hacer esto.”
“He fallado.”
“Debería renunciar.”
Mejor decir,
“Todavía estoy aprendiendo.”
“Puedo mejorar.”
“Puedo pedir ayuda.”
Todo este proceso es: integrar todo su cerebro, sus emociones y su auto-compasión. Y con ello, la resilencia surge y se construye. ¿Puede haber algo más bello?
