
NAS pueden sufrir en las fiestas

El Niño Altamente Sensible en una fiesta
El fin de semana pasado fuimos a un Bautizo. En lo que mi cuñada estacionaba el auto, yo llevé a los ansiosos niños a la fiesta. Llegamos a la puerta y mi sobrino, no-sensible, ¿qué hizo? Se metió. Y ya.
Mi hijo Altamente Sensible, se detuvo, se escondió atrás de mi pierna y se puso a escanear. Todo observaba. La gente, el ambiente, los olores, la música, el ruido, los gritos, ¿hay alguien llorando? ¿porqué? Estaba midiendo: ¿es seguro entrar ahí?
Antes de haber leído el libro de Elaine N. Aron “The Highly Sensitive Child” Ed. Harmony Books, lo hubiera presionado, “¡Ay! ¡Ándale m’ijo! ¡Córrele! ¡Nos están esperando! ¡No seas ranchero! ¡Mira nada más! ¡Ay qué pena!”
Pero ahora ya sé, que igual a como cuando le pido a mi escáner escanear una imagen en la computadora, debo esperar hasta que termine porque si me desespero y abro la portezuela antes, se arruinaría todo el trabajo.
Así que enderecé mi cuerpo y esperé. Aproveché los minutos para pensar, “¿Qué es lo mejor que puedo hacer para mi hijo en ese momento?” Primero, aceptar el hecho de que el niño es más importante que todos los demás, que él se sienta seguro y tranquilo es prioritario. Cuando él hizo contacto visual conmigo pude agacharme y preguntar, “¿Quieres entrar o mejor nos vamos a casa?” Se tomó dos segundos para pensar y decidir.
¿Porqué es importante darme el tiempo para este paso? Por que cuando nuestros hijos tengan 16 años y lleguen a una fiesta en donde haya droga, queremos que sus antenas estén bien afiladas para detectar la situación, la entereza para saber que la opinión de los demás no importa y la integridad para decidir entrar o mejor irse a otro lugar en donde este a salvo. Su Alta Sensibilidad puede salvarlo de una experiencia así.
Pero eso se trabaja. Y no es fácil.
Imagínate que tus ojos se abren al triple, te entra más luz al grado que lastima, las cosas las ves con mucho más detalle, detectas más los colores, las formas, los brillos. Tus oídos escuchan el triple, la música, los gritos, los llantos, las voces agudas de las tías enloquecidas, los tonos de las personas, la hipocresía de la amiga celosa y su “Ay, qué lindo vestidoooooo!” Estás distraído viendo todo eso cuando un niño grande te choca por atrás, casi te tumba. Sabes que ya te sacó un moretón y va a tardar varias semanas en quitarse. El niño se fue, no pidió perdón y la piel todavía resiente el golpe. Huele a espiropapas, hot dogs, aceite quemado, café, frijoles, chilaquiles rojos y verdes, queso y tortillas –tal vez hay quesadillas- pastel de pintura rosa, perfumes, muuuuuuchos perfumes diferentes, gel para el cabello, jabón de manos que proviene de la señora que acaba de salir del baño, el segundo botón de su saco café es de un tono distinto al de los demás, también huele a crema para sol que le están untando a una niña blanca como papel, su llanto lastima tus oídos y te preocupa que tras tanto jaloneo, la niña pueda arrancar la flor amarilla bordada en su vestido. Ese señor, el que trae el traje de payaso es el único que no se bañó hoy en la mañana y la pintura que trae en la cara huele a petróleo. Esta feo el señor, esta fingiendo ser feliz, en realidad se ve enojado y ya se quiere ir. Te están llamando para que vayas a ver al payaso y te integres a la fiesta, pero… ese señor está horrible, ¿porqué querrías ir con él?
Así es como vive una Persona Altamente Sensible, entrando a una fiesta (o a una boda o a un antro) Y no sólo observa sino que procesa todo profundamente. Las cosas que observa las analiza detenidamente, ¿qué habrá pasado con ese botón de otro tono? ¿es de otro saco, le cayó cloro encima, lo masticó perro?
¿Te imaginas cinco horas de lo mismo? ¿Cómo terminarías el día?
Tu hijo Altamente Sensible capta. Todo. Para eso esta diseñado su cerebro. El empujarlo para que vaya con el payaso va en contra de lo que sus antenas perciben –acertadamente. El aceptar sus emociones, abrazarlo y contenerlo hasta que él se sienta seguro y decida integrarse a la fiesta en su momento y lejos de ese payaso, es lo que como padres de un HSP nos toca hacer.
No se trata de sobreproteger al niño HSP. Es importante ir a fiestas, salir de casa, y socializar. Por más HSP que sea, sigue necesitando una sociedad a la cual pertenecer. Pero tampoco se trata de sobre-estimularlo. Es un balance delicado. Sobre todo porque los niños pueden estar bien un minuto y al siguiente segundo ya están hartos, agotados e irritables.
Cuando el sistema nervioso de una persona HSP esta sobre-activado, la saturación viene más rápido. Y si se sobre-estimula, todo lo demás deja de funcionar acertadamente.
Con un poco de experiencia vas a e empezar a saber cuándo es el momento para que la fiesta termine para tu hijo, aunque hayan llegado solo hace pocas horas. Cuando veas las señales, puedes decir algo así, “Veo que te estas divirtiendo muchísimo, pero también estoy viendo que ya te estás empezando a saturar, ¿nos vamos ya o en cinco minutos?”
Y a los cinco minutos contados, cumples el acuerdo. Dependiendo de tu relación con los comensales, existe la opción de decir la verdad o inventar un amable pretexto; aquí lo importante es que tu hijo sepa que le cubres la espalda y que puede contar contigo al 100%. –Si decides esperar a que corten el pastel, ten en cuenta que a ti te toca el drama y berrinche monumental posterior. No te puedes enojar con tu hijo.
Es posible que en el trayecto a casa empiece el proceso de calmar las aguas, a veces llora, a veces grita, canta, platica como perico, o patalea… cada niño es diferente y cada fiesta los estimula de manera distinta también. Los importante es que como padre mantengas el control sobre ti mismo y entiendas que está sacando toda las emociones que sintió durante el evento. Tal vez llegando a casa siga como Monstruo de Tasmania, o tal vez llegue y se encierre en su cuarto a oscuras. Yo solía encerrarme en mi cuarto a bailar. No es que no estuviera cansada, es que estaba sacudiendo todo hacia fuera. Es parte del mismo proceso. Tampoco nos corresponde decirle al crío cómo calmar su sistema nervioso. Es mejor si observamos qué es lo él que hace instintivamente. Según Janet Lansbury en su libro “No Bad Kids; Toddler Discipline Without Shame” (No hay niños malos; disciplina sin vergüenza para niños menores de 5 años), los niños son magníficos en la auto-sanación. Y lo que para nosotros es un berrinche descomunal por alguna razón aparentemente sin sentido, para él es una válvula de escape sanadora.
Ya que se calman y es posible tener una conversación con tu hijo –puede ser hasta la mañana siguiente– es bueno hablar de sus emociones, sus experiencias, su punto de vista, para ayudarlo a ese proceso de comprensión, análisis y almacenamiento. Preguntas como, “Cuál fue tu parte favorita del día?”, “Y la parte menos agradable?”, “Vi que te divertiste mucho en el brincolín, pero ¿qué pasó con el niño que te hizo llorar?”
Este proceso de análisis posterior al evento es importante, tu hijo lo va a necesitar para el resto de su vida. Ahí es cuando su cabecita va a empezar a entender qué fue lo que pasó. ¿Porqué le dolió tanto el golpe del niño en el brincolín? ¿Porqué sintió feo pegarle a la piñata? ¿Porqué no se quiso aventar por los dulces? En otras palabras, ¿qué cosas le gustan y cuáles no? ¿Qué cosas le afectan mucho y cuáles no tanto? ¿Cuáles son sus límites? ¿Quién es él? ¿Cómo es su persona?
Esta es la esencia del respeto. Respeto a sí mismo.
Y en la crianza, no hay nada más importante que eso.
