
La felicidad del aburrimiento

El aburrimiento. ¡¡Yeiii!!
Una característica del ser humano es que se habitúa. Habituarse en el sentido en que se aburre fácilmente.
Probamos un chocolate y “¡Mmmhh, wow, qué delicia!”… para la tercer mordida ya estamos en el celular.
Nos aburrimos:
- De la misma espinaca de siempre e inventamos mil formas diferentes de cocinarla.
- Por eso inventamos, hasta esquiar sobre el agua o nieve, o lo que tengamos cerca con lo que tengamos a la mano.
- Por creer que “el pasto es más verde en el otro lado” y exploramos nuevas tierras, intercambiamos textiles, moda, especias, comida. Inventamos barcos, submarinos y naves espaciales para ver qué más hay.
Es justamente ese aburrimiento, el hogar de toda invención.
Ese aburrimiento es el punto de partida para la creatividad.
“Los verdaderos artistas, aunque no lo sepan, crean desde un espacio de la no-mente, desde una quietud interior” dice Eckhart Tolle.
Para esa quietud interior, es necesaria la quietud exterior. El aburrimiento.
Mi hijo estaba jugando, vio que me metí a la computadora para escribir este artículo y se apareció. “Quiero ver un video” y toda su creatividad se esfumó. Sus magníficas ideas, ¡puf! ¡Adiós!
Así funciona la pantalla. La enciendes y todo lo demás se apaga.
En estas vacaciones, cuando tu hijo te diga, “Mamá, ¡qué vamos a hacer? ¡Estoy aburrido!”
Tu respuesta debe ser, “¡Qué bueno! Abúrrete. Ya se te ocurrirá algo.”
Quién sabe, tal vez él -o ella- sea la que invente la solución para salvar al planeta del cambio climático.
