Llevo una hora con llantos intermitentes y huyendo de mi hijo.
No tengo un gramo más de fuerza.
Los domingos solemos ver una película y tomamos turnos para ver quién la elige. Obviamente el hijo siempre quiere que escojamos la que él quiere ver y si no lo hacemos, hace drama. Todos los domingos hay drama. Pero hoy, se lució.
En un arranque de ira, me dijo, “Todos los días me levantas para que yo vaya a la escuela y a la natación y no tengo un minuto para descansar, tú me ignoras todo el tiempo. Yo no te importo.”
De momento, me dejé caer en la silla y solo le dije, “Gracias por decirme tu verdad.”
Me quedé en silencio. Después me levanté y me fui.
“¡No te vayas mamá! ¿Y la peli?”
“Ya no habrá película.”
Y entonces el drama escaló al triple. Entre idas, venidas y dramas, le dije a mi marido, “No me hagas prender la TV. Necesito que él sepa que sus acciones y palabras tienen consecuencias. No puede andar diciendo cosas así y todavía obtener lo que quiere. Si prendo la TV no va a entender nada y el próximo domingo será el mismo drama.”
Mi esposo entendió perfectamente. Llamó al niño quien estaba fúrico y llorando al mismo tiempo, pidiendo perdón –no porque estuviera arrepentido sino porque quería ver su película– y se puso a explicarle, con toda paciencia que si hacíamos todo lo que hacíamos era por su bien.
Yo mientras como volcán en erupción, 100% en amygdala.
Cuando el diálogo empoderador terminó, el alumno (papá) que superó a la maestro (yo), quería un abrazo familiar y yo, como olla express a punto de explotar y batir todo el cuarto de bilis.
Me salí. Me encerré en mi cuarto a llorar.
Mientras lloraba me preguntaba a mi misma, “¿Porqué lloro?”
Por AGOTAMIENTO.
Troné. Emocionalmente troné. Toda la teoría me la sé.
Es un niño.
Los niños son aparentemente egoístas, la realidad es que no tienen la madurez neuronal para pensar en los demás.
Es hijo único.
Su percepción es lo que importa.
Es importante que exprese su opinión. Si yo lo callo ahora, no volverá a decir nada y no sabremos cómo explicarle lo que necesita saber.
Él realmente no sabe por qué lo hacemos ir al cole, ni a la natación –aunque se lo he explicado mil millones de veces.
Blah, blah, blah…
Fue un momento en que la teoría –que generalmente funciona– no hizo ningún cambio adentro de mi. Yo estaba destrozada. Con el corazón como plato roto explotado por toda la casa. Y sin las fuerzas para ponerme a barrer y pegar los pedazos.
Ya.
Ni un poquito más.
Cero fuerza.
Mi mente iba y venía con este argumento, “… pero si cada segundo estoy pensando en el niño, en lo que es lo mejor para él, en la mejor respuesta, en la forma de invitarlo a hacer sus obligaciones de manera divertida y amorosa para evitar pleitos, en la forma de no hacerle daño… ¿para que me salga con esta chifladura? ¡¿Es en serio?!”
Pero… es muy fácil echar culpas.
Siendo totalmente honesta, cualquier otro día, hubiera tenido la entereza para ver que lo que me decía era para salirse con lo que él quería. Hubiera podido sostenerme erguida, amable y firme. Pero ese día me encontraba agotada… desde cuatro días atrás, en realidad. No me había dado el tiempo para descansar y, estaba que no podía más… estando así mi mente se va a Modo Sobrevivencia, mis emociones se deprimen y cualquier drama normal, me tumba.
Y si te ha pasado, lo que te vengo a decir es que: esta bien.
Es normal.
Los hijos y el agotamiento nos sobrepasan.
¿Qué es lo que podemos hacer?
1) Compasión. Compasión sana con uno mismo. Consuélate como lo haría tu mejor amiga. Esto de tener hijos ¡esta cañón! Esto de la crianza consciente lo hace aún más porque no le puedo dar un cachetada a ver si así se da cuenta de que todo lo que hago es por él. Compasión con el pequeño. Finalmente es un niño, normal que solo quería ver una película. Compasión por la familia. Compasión por mi esposo, quien fue el héroe del día.
2) Permitir que me siga diciendo lo que sienta. Finalmente, puedo desbaratarme en el proceso… yo soy la adulta. Pero es más importante que me tenga la confianza y mantener la comunicación abierta y honesta.
3) Tal vez el límite estaría en que puede pedirme lo que quiera, peeeero sin lastimarnos en el proceso.
La Crianza Consciente no implica que este tipo de cosas jamás nos sucederán. Claro que sí , porque somos humanos. Y las emociones nos sobrepasan, tanto a ellos como a nosotros. La Crianza Consciente, de lo que se trata es de No hacerle daño a los niños con nuestras reacciones.
Los momentos de rupturas sucederán. La diferencia está en nuestra reacción.
Recordemos que el Apego es Lo Más Importante de nuestro trabajo parental. Si hay alguna ruptura, debemos reparar lo más pronto posible. Si los niños nos dicen cosas horribles y nos rompen, en realidad, es parte del proceso de aprender y crecer. Si nos desmoronamos, esta bien, somos humanos y se vale. Escucha, entiende, mejora y sigue adelante.
Photo by Ksenia Chernaya: https://www.pexels.com/photo/tired-mother-with-cute-daughter-resting-on-bed-in-cozy-room-4740574/
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