
Imagina la escena familiar, el hijo HSP (por sus siglas en inglés o Altamente Sensible en castellano) explota, el papá se siente abrumado y trata de detener la tormenta a toda costa …y entonces el papá le dice que no debe sentir lo que siente…
“…tu eres Altamente Sensible, estas en alerta todo el tiempo y por eso reaccionas tan intensa y emotivamente…”
Hasta ahí iba bien.
“…pero tus emociones no tienen que ver con la realidad, no esta bien que sientas lo que sientes…”
Y aquí es cuando se equivocó.
Sus emociones SI tienen que ver con la realidad (su realidad, es decir, la del niño) y es perfectamente válido que sienta lo que sea que sienta (las emociones no se controlan, ni se ajustan, ni se cambian).
Si nosotros crecimos en una casa con poca o nula tolerancia ante las emociones, lo más probable es que las emociones de los demás –incluyendo nuestros hijos – nos resulten incómodas incluso intolerables, entonces ¿qué hacemos? Las nulificamos con un “estás mal”, “no vienes al caso”, “tu perspectiva / tu punto de vista / tus emociones no tiene que ver con la realidad”, es decir, repetimos patrones.
Entonces…
Una cosa es que el papá no pueda con las reacciones emocionales de su hijo (por que no tiene el entrenamiento previo) , y oooootra cosa muy distinta es que el niño deba de sentir lo que a papá le guste, opine o, crea que es lo correcto.
El hecho de saber que nuestros hijos son Altamente Sensibles no nos da el derecho a acomodar la realidad. Nuestros hijos ven, observan, analizan y sienten como si vivieran con la piel al revés. No hay manera de cambiar eso. Y si nosotros lo intentamos –porque no nos resulta cómodo, fácil o tolerable – lo único que va a cambiar es la manera en como ellos se expresan. Y todas esas emociones que se tragan –para hacer nuestra vida más cómoda– se verán reflejadas en el deterioro de su salud: colitis, gastritis, migrañas, alergias… etc.
Saber que nuestros hijos son Altamente Sensibles es para que sepamos cómo guiarlos mejor, no para que tengamos un argumento cuasi–válido para tratarlos de cambiar.
Así que, después de un arranque emocional totalmente desproporcionado, ¿qué sí les podemos decir?
“¿Me puedes explicar más sobre tu sentir? Quiero entenderte.”
“Tu perspectiva es perfectamente válida.”
“Mi intención no fue (…x…) sino (…y…) Lamento la confusión.”
“¿Cómo crees que podamos ponernos de acuerdo? ¿Qué se te ocurre?”
“Entiendo que después de esta actividad te hayas sentido abrumado y hayas explotado. Necesitamos encontrar una forma de des-saturarte que sea sana para ti y que no vaya contra las personas a las que amas, ¿qué se te ocurre?”
No queremos que nuestros hijos se vuelvan hipócritas con nosotros, es suuuuuper importante darle acceso a una forma de expresión sana y amable. Y entonces lo que se platica no es sobre lo “correcto” o “ìncorrecto” de las emociones sino, en ponernos de acuerdo en los distintos puntos de vista y en trabajar en conjunto en una solución.
Photo by Monstera: https://www.pexels.com/photo/upset-little-ethic-boy-looking-at-faceless-father-during-argument-7114237/
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