Mi mamá
Llevo toda la semana con una profuuuuuunda tristeza… sin saber a qué colgársela. Podría inventar mil historias, pero ninguna encajaría… fue hasta que una amiga me preguntó, “¿…que no se acerca el aniversario luctuoso de tu mamá?”
Oh…
Ya veo…
Las Personas Altamente Sensibles tenemos una forma muy particular de registrar al mundo. Algo en el aire, en las estaciones, en los meses, en las semanas detectamos pequeñas sutilezas que nos recuerdan a lo que vivimos hace un año. O varios años atrás. Yo, en mi mente, no había hecho consciencia, pero mi cuerpo si. Mi memoria también.
(*suspiro*)
La relación con mi mamá era complicada –como todas las relaciones humanas. Estoy segura que ella nos amó muchísimo a mis hermanos y a mí. Para la época fue revolucionara en nuestra crianza porque no nos pegó, sin embargo, a nivel psicológico, por muchas razones, algunas fuera de su control sobre todo cuando estaba enferma, sí nos hizo mucho daño.
Ella no soportaba el nivel tan alto de mis emociones, al grado que desde niña aprendí a pensar en algo muy muy triste para apagar mi alegría. Y también aprendí a tragarme el llanto a toda costa. Nunca estuvo de acuerdo con mis emociones y me decía que “eso que estás sintiendo esta mal”, como si hubiera correcto o incorrecto en el sentir de un niño.
Cometió, sin querer, muchos errores. Nos lastimó profundamente… y a pesar de eso la extraño mucho.
Muchísimo.
Se fue y una parte de mi perdió las ganas de vivir.
Cuando fue la presentación de mi libro, estaba en la Feria Internacional del Libro, hablando por un micrófono a un montón de gente y… yo sentía que sin ella, nada de eso importaba.
Y lo entiendo perfectamente… los hijos siempre vamos a buscar la aprobación y el cariño de nuestros papás. Siempre. Sin importar la edad. De alguna manera se podría decir que mi primer libro era el equivalente a mi primer dibujo del Kínder y quería a mi mamá ahí, aplaudiendo y reconociendo mis logros.
Lo entiendo.
Con la cabeza.
Siempre necesitamos a nuestros papás. Pero cuando se van… ¿con qué nos quedamos?
Creo que es válido ver desde otro punto de vista todo esto.
Así como cuando respiramos que inhalamos el oxigeno y exhalamos lo “sucio”, algo similar. Es inhalar lo bueno y soltar lo no tan lindo. Al entender la parte metafísica de los pulmones, la función ‘espiritual’ del oxigeno: te quedas con lo bueno y exhalas lo sucio. Es el proceso de las pérdidas: hacer la separación y quedarnos con lo bueno. Entender y abrazar lo bueno de su vida con la mía.
Permitirme darme cuenta de cómo se transmutan, cambian y trascienden las cosas. Cada que respiramos trascendemos. Ir hacia algo mejor. Porque nos regalamos vida.
Tras cada pérdida, aunque sea la pérdida de un lápiz, aprendemos algo nuevo. Y es tras el aprendizaje que el dolor trasciende, y entonces todo cambia porque ya sirvió para algo.
Así es como funciona la mente. Si la logramos convencer.
Pero el corazón… ese no entiende nada. Ese todavía pelea. Todavía llora. Todavía no encuentra la luz del sol. Todavía siente una profuuuuuunda tristeza. Y las razones –racionales–, por magníficamente válidas que sean, al corazón no le importan.
A las Personas Altamente Sensibles, las emociones nos pegan con tubo y quedarnos ahí, especialmente cuando tuvimos una crianza de no aceptación emocional, nos va a costar mucho –pero mucho trabajo soportarlas. Pero es importante hacer el esfuerzo. Reaprender a sentir, a llorar, a dejarnos ser vulnerables. Y eso nos c-u-e-s-t-a.
La verdad es que durante la vida, perdemos y hacemos muchos –demasiados– lutos. Desde perder a nuestra muñeca favorita, perder nuestra infancia, nuestra inocencia, el perrito de la familia, el gato, el perico, un ser querido, la escuela, un trabajo, un auto… ¡tantas cosas! Tantas experiencias dolorosas. Pero el dolor vale, solo cuando aprendemos algo de la experiencia. “Gracias a que una vez perdí a mi muñeca, aprendí a… cuidarlas mejor”, por ejemplo.
Pero mi mamá no es una muñeca que perdí. Ella falleció y no he sabido cómo acomodar ese dolor dentro de mi. Y las hojas de otoño me recuerdan mi enorme tristeza.
No tengo mayor consejo el día de hoy. Tal vez solo uno, ponte a escribir, abre tu alma de par en par y después, con calma, bebe el aprendizaje.
Es estar con uno mismo. Sin buscar distractores (eso incluye pantallas, alcohol, drogas, etc.) es sentir aquello que duele tanto. Si es necesario por días, como me pasó esta semana, hazlo.
Pasará. En el mientras, abrázalo.
Photo by Anna Shvets: https://www.pexels.com/photo/crop-elderly-woman-with-blue-eyes-5231283/
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