Hace algunos años fui a una marcha por el cambio climático. En cuanto llegué, ya me quería ir. Me tomó una semana curarme de la cruda energética. Desde ahí supe que no era lo mío.
Cuando fue la marcha por los Derechos de las Mujeres, viví una cruda moral porque no encontré la manera de empujarme a mi misma para ir, aún sabiendo la importancia del evento. Luego ya supe que sí hubo trifulcas, que una amiga fue con su hija y salieron huyendo de ahí. No critico PARA NADA a las que decidieron ir, es más, las respeto, las admiro y les agradezco por levantar un grito que yo no puedo hacer.
Pero como buena HSP (por sus siglas en inglés o Altamente Sensible en castellano) me que quedado procesando esto… y esto es lo que he pensado… se los comparto más como confesión y ustedes me conocen, saben que lo hago con el corazón en las manos.
Las protestas, las marchas, las trifulcas, incluso las guerras son Yang. Y las mujeres somos Yin.
La noche es Yin… y eso no nos hace ser pasivas ¡para nada! Muchas cosas suceden en la noche, hay muchos animales nocturnos y los leones son uno de ellos.
Pero… mientras los hombres (Yang) hacían guerras, las mujeres (Yin) hacíamos agricultura.
Con el paso de los siglos las sociedades se han vuelto cada vez más complicadas y, el campo, una lejana memoria. Nuestra manera de sobrevivir ya no esta en la danza de la lluvia, sino de la ciudad. Desde el siglo XIX hemos estado pidiendo a gritos, marchas, huelgas y todas las herramientas que se nos han ocurrido, respeto y un lugar en una sociedad masculina. En 1890’s con todo y corsets andábamos peleando por derecho al voto, del trabajo, jugando tenis, montando caballos y sanando a los enfermos. Pocas cosas nos detienen. En esta lucha por nuestros derechos, nos hemos convertido un poco Yang. Y, desde mi punto de vista, esta bien. Esta bien navegar entre lo Yin y lo Yang… eso es lo que hace el balance.
Al mismo tiempo… se nos ha olvidado que nosotras, las mujeres, somos las que generamos la luz del mundo. Es un hecho. Y los hombres de ahí se alimentan, la transforman y producen otras cosas.
Si nosotras somos el origen de la luz, generar luz enojada es como envenenar el pozo de agua.
Ir a una protesta, de alguna manera es hacer ruido (yo soy totalmente pro-ruido), o sea que esta bien, porque generan cambios. Pero es echar gasolina al fuego porque parece ser líquida. Es echar más de lo mismo. ¿Qué debemos hacer? Combatir una cosa con su opuesto. El fuego se combate con mucho aire, (como cuando apagamos una vela), o tierra, o agua… tenemos muchos otros elementos.
Si le entramos a la jugada, mas nos vale hacerlo de manera consciente.
Entonces, mi invitación es la siguiente. Regresemos a nuestra naturaleza Yin, hagámonos conscientes de ¿qué tipo de luz estoy generando? ¿Qué necesito hacer para que se vuelva luz luminosa y amorosa? Cuidemos la calidad de luz que producimos con nuestros pensamientos, emociones, cuidados, paciencia, cariño… si nosotras hacemos “agricultura de la sociedad”, cuidándonos a nosotras mismas, a nuestras plantas, a nuestros hijos y parejas… entonces, ahí sí, las cosas van a cambiar en serio. Desde la raíz. Porque nosotras somos El Origen.
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